jueves, 31 de diciembre de 2009

Reflexiones de fin de año

Vivir en Bangladesh es una aventura diaria. Tras casi 4 meses de estadía, me sigo sorprendiendo con los paisajes exóticos, y muchas veces tristes, de esta ciudad. Convivir con tanta pobreza me resulta bastante difícil pero real. Y vivir rodeada de realidad me sienta mejor porque me permite ver todo lo que tenemos por hacer. Son muchas las escenas que me recuerdan las calles de Buenos Aires o los pueblitos perdidos y olvidados del interior de la Argentina. No hace falta volar hasta Bangladesh para ver pobreza, no viviendo en Sudamérica.
Pero ver el trabajo de las ONGs, el Grameen Bank y otras pequeñas instituciones es muy inspirador. Y este es un gran lugar para aprender que los grandes cambios se pueden lograr con una buena idea y mucha voluntad. Quizá el secreto es creer fervientemente en las propias ideas y, sobretodo, en uno mismo. Al final del día somos todos seres humanos, y esa misma naturaleza es lo que nos une a las otras personas. Yo quisiera vivir mi vida de la forma más humana posible, alejarme de todo aquello inútil y sin sentido que nos rodea y nos hace olvidar lo que en realidad somos y queremos ser. Bangladesh para mi significa humanidad y simpleza, quizá por eso me sienta tan atada a este lugar.
En fin, tan solo algunas reflexiones de fin de año…

Feliz año para todos!

domingo, 27 de diciembre de 2009

Navidad en Bangladesh






Fue una Navidad distinta pero muy linda. Aun estando lejos de casa, me sentí muy acompañada. Nadina, una de mis amigas del trabajo, me invitó a cenar con su familia y a pasar el 25 a la tarde en su casa ya que hicieron una recepción en honor a su mama, quien hoy es la subsecretaria de las Naciones Unidas. Un orgullo para Bangladesh ya que es la primer mujer bengalí en alcanzar un puesto tan alto.
También tuvimos el casamiento de Mónica Yunus, la hija mayor del Dr. Yunus, por eso la foto con el sari.
Durante estos últimos días, me di cuenta lo lindo que es hacer nuevos vínculos, conocer nuevas personas y aprender a quererlas. Y me siento muy afortunada porque conocí a personas muy especiales en Bangladesh, que se han vuelto mis amigas y una parte muy importante de toda esta experiencia.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Trabajo infantil: condena o salvación

Quizá esta sea la nota más controvertida que jamás haya escrito, pero así es como siento mi cabeza durante estos último días. No puedo parar de pensar en una personita que me sonríe todos los días y me despierta una ternura y compasión, de esas que se sienten en el pecho muy en lo profundo. Pienso, razono y olvido, pero esa opresión en el pecho vuelve una y otra vez.
Shameen es un chico de 11 años que trabaja en la casa donde estoy viviendo. Vino de un aldea hace más de 3 años y trabajó desde entonces como…no sé como llamarlo … empleado de servicio, mucamo, sirviente…en una casa en Mirpur, el barrio en el que vivo. Hace un mes comenzó a trabajar en este hogar, porque la familia anterior ya no lo podía/quería tener. Por suerte, en esta casa, nunca fueron partidarios de emplear chicos (práctica muy común entre la clase media de Dhaka), y los trabajos que Shameen hace no son demasiado pesados: lava los platos, pone y levanta la mesa, ayuda en la cocina y hace algunos mandados. La dueña de casa se queja y dice que Shameen siempre quiere salir o ver la tele, pero no es eso normal en un chico de 11 años?
Quiero aclarar que los dueños de casa son excelentes personas y el haber tomado a Shameen da cuenta de ello. Shameen viene de una familia muy pobre, su mamá sufre de desequilibrio mental y no está en condiciones de criar chicos. Sin embargo, de vez en cuando se aparece reclamando a su hijo, pero Shameen prefiere quedarse en su nueva casa. Hace poco estuvo en su aldea y volvió cabizbajo y desmotivado.
Pero no todo es triste y desesperanzador, de hecho, los dueños de casa quieren inscribir a Shameen en la escuela a partir de enero. Durante estos meses lo obligan a estudiar y a prepararse para el inminente comienzo de clases. Por supuesto, Shameen tuvo voz y voto en esta decisión. Ellos le preguntaron qué quería hacer: quedarse, trabajar y estudiar o volver a su hogar. Quedarse fue su respuesta.
Y aquí es donde comienza mi controversia. El trabajo infantil va en contra de los derechos del niño. Todo chico debería tener el derecho de gozar de una infancia libre y feliz, llena de oportunidades y de juegos. Pero la realidad dista mucho de aquellos congresos internacionales y parlamentos donde se dictan las leyes que deberían regir a la humanidad. La realidad es otra, y está en cada rincón de esta ciudad, en cada cocina, oficina o fábrica. Y me angustia pensar en las miles de realidades que hay ahí afuera, yo solo soy testigo de unas pocas y mi espíritu apenas si puede con ellas.
Pero que prefiero? Ver a Shameen trabajando sabiendo que eso le significa una educación? O quiero verlo jugando en una aldea sin educación pero con una vida un poco más parecida a la de un niño (y ni siquiera estoy tan segura de eso)? Lo peor, es que no tengo el coraje de contestar. Porque entre las dos opciones, siempre me quedo del lado de la injusticia. Y sin embargo sigo mi vida, rodeada de injusticia. Y me siento una hipócrita.
El caso de Shameen es uno de las miles de historias de los chicos en Dhaka. Frente a la pobreza de las aldeas, muchas familias mandan a sus hijos a las ciudades para que trabajen por unos pocos miles (1 o 2 con suerte) de takas, eso significa una entrada de dinero para la familia y una boca menos que alimentar.
Y por más horroroso que suene, estoy contenta por Shameen, porque acá come mejor, porque va a ir a la escuela, porque va a aprender y quizá pueda aspirar a un futuro mejor que su aldea natal no le puede ofrecer. Contenta pero profundamente angustiada.
No tengo más nada para agregar, suficiente realidad por hoy.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Invierno en Bangladesh

Nunca pensé que en Bangladesh sentiría frío, no al menos en Dhaka. Pero aquí estamos, Helen y yo, ambas resfriadas y con un poco de dolor de garganta. El “invierno” llegó a la capital bengalí y es gracioso ver como la gente se abriga con gorros de lana y pulovers. Para nuestro estándar de frío, el clima en estos momentos se podría comparar con el final del verano, inicio del otoño. Aunque debo admitir que las mañanas están resultando bastante frescas.
Llevar el shador (el shall que las mujeres usan para cubrirse el pecho) ahora cumple una doble función: no solo respetar la tradición sino también abrigar el cuello!
Y este resfrío también se ha vuelto una buena excusa para tomar más cha (te) que de costumbre. Últimamente, Nurjahan nos malcría por las mañanas con el rico cha que prepara.

Dhamrai







Dhamrai es una localidad que se encuentra a las afueras de Dhaka. Este pequeño centro hindú es famoso por la fabricación de esculturas de los dioses hindúes en bronce. Visitamos la casa de una de las más tradicionales familias escultoras en donde nos mostraron el laborioso proceso que lleva el armado de cada estatua y adorno.
Esta vez Helen y yo no fuimos en calidad de extranjeras. Nurjahan Chaklader , nuestra guardiana en Bangladesh y dueña de la casa en donde estamos viviendo, nos acompañó. Nurjahan es jefa del departamento de fotografía del Grameen Bank, así que aprovechamos para visitar una de las oficinas del Banco en Dhamrai. Me encantó visitar de nuevo una Branch del Grameen Bank! Y esta no es cualquier oficina, sino, una de las más viejas y más exitosas. El cartel con las cinco estrellas de colores indica que ha ganado todos los premios otorgados por el Grameen Bank a las oficinas rurales. Tomamos te con el manager de la branch y escuchamos algunas de sus historias.
En el camino de vuelta compramos algunos vegetales y frutas en el mercado local.

Rincones de Old Dhaka





Un paseo por el Buriganga River







Debo admitir que ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que visité Old Dhaka. Pero hay algo de esta parte de la ciudad que me atrae y me invita a visitarla una y otra vez. Quizás mi leve obsesión se deba a que en la antigua Dhaka, uno puede respirar y vivenciar la capital bengalí y sus costumbres en su estado puro. Los signos de la lenta pero presente occidentalización que los países de Asia Meridional están experimentando, en Old Dhaka desaparecen.
En esta ocasión, con Helen decidimos hacer un paseo en bote por uno de los ríos más importantes de la ciudad: el río Buriganga. La terminal de botes es muy sucia y está llena de gente (típico de Dhaka). Sobre el agua flotan residuos de todo tipo y los olores dejan bien claro el grado de contaminación del agua. Los botes son muy viejos, uno duda si funcionan o si solo son un lugar en donde la gente está.
Por supuesto, habiendo dos extranjeras dando vuelta, las ofertas para el paseo en bote llegaron de inmediato. Después de regatear el precio por un rato tomamos un pequeño bote y navegamos una hora por este río de aguas oscuras. Pelear el precio es una práctica diaria del pueblo bengalí. Y fundamental para un “shada” (blanco en bengalí), así es como se identifica al extranjero del tipo europeo, porque los precios ofrecidos a los extranjeros se pueden rebajar al menos a la mitad.
El paseo en bote estuvo muy lindo. Recorrimos parte del río junto a un guía y el hombre que remaba. En el camino, nos cruzamos con otros botecitos y desde el otro lado nos preguntaban de donde éramos. El guía nos invitó a conocer su casa y su familia (práctica muy común en Bangladesh) como parte del paseo turístico pero le explicamos que nosotras estábamos viviendo con una familia bengalí y que preferíamos no molestar.
El paseo por el agua me dio mucha paz, quizá el paisaje no es lindo (dentro de la definición estándar de bello) pero todas esas imágenes me resultaron de lo más pintorescas. Se las comparto.