domingo, 13 de diciembre de 2009

Trabajo infantil: condena o salvación

Quizá esta sea la nota más controvertida que jamás haya escrito, pero así es como siento mi cabeza durante estos último días. No puedo parar de pensar en una personita que me sonríe todos los días y me despierta una ternura y compasión, de esas que se sienten en el pecho muy en lo profundo. Pienso, razono y olvido, pero esa opresión en el pecho vuelve una y otra vez.
Shameen es un chico de 11 años que trabaja en la casa donde estoy viviendo. Vino de un aldea hace más de 3 años y trabajó desde entonces como…no sé como llamarlo … empleado de servicio, mucamo, sirviente…en una casa en Mirpur, el barrio en el que vivo. Hace un mes comenzó a trabajar en este hogar, porque la familia anterior ya no lo podía/quería tener. Por suerte, en esta casa, nunca fueron partidarios de emplear chicos (práctica muy común entre la clase media de Dhaka), y los trabajos que Shameen hace no son demasiado pesados: lava los platos, pone y levanta la mesa, ayuda en la cocina y hace algunos mandados. La dueña de casa se queja y dice que Shameen siempre quiere salir o ver la tele, pero no es eso normal en un chico de 11 años?
Quiero aclarar que los dueños de casa son excelentes personas y el haber tomado a Shameen da cuenta de ello. Shameen viene de una familia muy pobre, su mamá sufre de desequilibrio mental y no está en condiciones de criar chicos. Sin embargo, de vez en cuando se aparece reclamando a su hijo, pero Shameen prefiere quedarse en su nueva casa. Hace poco estuvo en su aldea y volvió cabizbajo y desmotivado.
Pero no todo es triste y desesperanzador, de hecho, los dueños de casa quieren inscribir a Shameen en la escuela a partir de enero. Durante estos meses lo obligan a estudiar y a prepararse para el inminente comienzo de clases. Por supuesto, Shameen tuvo voz y voto en esta decisión. Ellos le preguntaron qué quería hacer: quedarse, trabajar y estudiar o volver a su hogar. Quedarse fue su respuesta.
Y aquí es donde comienza mi controversia. El trabajo infantil va en contra de los derechos del niño. Todo chico debería tener el derecho de gozar de una infancia libre y feliz, llena de oportunidades y de juegos. Pero la realidad dista mucho de aquellos congresos internacionales y parlamentos donde se dictan las leyes que deberían regir a la humanidad. La realidad es otra, y está en cada rincón de esta ciudad, en cada cocina, oficina o fábrica. Y me angustia pensar en las miles de realidades que hay ahí afuera, yo solo soy testigo de unas pocas y mi espíritu apenas si puede con ellas.
Pero que prefiero? Ver a Shameen trabajando sabiendo que eso le significa una educación? O quiero verlo jugando en una aldea sin educación pero con una vida un poco más parecida a la de un niño (y ni siquiera estoy tan segura de eso)? Lo peor, es que no tengo el coraje de contestar. Porque entre las dos opciones, siempre me quedo del lado de la injusticia. Y sin embargo sigo mi vida, rodeada de injusticia. Y me siento una hipócrita.
El caso de Shameen es uno de las miles de historias de los chicos en Dhaka. Frente a la pobreza de las aldeas, muchas familias mandan a sus hijos a las ciudades para que trabajen por unos pocos miles (1 o 2 con suerte) de takas, eso significa una entrada de dinero para la familia y una boca menos que alimentar.
Y por más horroroso que suene, estoy contenta por Shameen, porque acá come mejor, porque va a ir a la escuela, porque va a aprender y quizá pueda aspirar a un futuro mejor que su aldea natal no le puede ofrecer. Contenta pero profundamente angustiada.
No tengo más nada para agregar, suficiente realidad por hoy.

1 comentario:

  1. I would add: education, food, dry shelter but servant or free to do what he wants whenever he wants but no education, few food and home with a crazy mother... Where is the best place? What would say Mister human rights? No answer I reckon. Flexibility of the reality is facing the strictness of human rights and international congress.

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